Aunque estoy profundamente en desacuerdo con la cosmovisión y espiritualidad tipo “New Age” de Walter Russell, pienso que él estuvo en lo cierto cuando afirmó que la misma esencia del universo creado consiste en un “rítmico intercambio equilibrado”. De manera similar, pienso que el tipo de cambios previstos por una reforma monetaria del Crédito Social (en clara contraposición a todas las demás propuestas de reforma monetaria) pueden ser apropiadamente definidos en términos de un “equilibrio auto-liquidable distributivo”. Permítasenos examinar cada uno de estos elementos sucesivamente y en orden directo.
1) Equilibrio: el actual sistema financiero está inherentemente desequilibrado; el Crédito Social quiere hacerlo equilibrado.
El actual sistema financiero no efectúa un equilibrio inherente o automático entre el ritmo de flujo de los precios de bienes de consumo y el ritmo de flujo del poder adquisitivo del consumidor. Por el contrario, debido a una variedad de factores (obtención de beneficios, ahorros, la reinversión de los ahorros, políticas bancarias deflacionarias, impuestos, y el factor A+B), el ritmo de flujo de los ingresos que se hacen disponibles por medio de los procesos productivos para liquidar los correspondientes precios son significativamente inferiores al ritmo de flujo de los precios de los bienes de consumo en todo típico país industrializado, y se va reduciendo continuamente a medida que las máquinas reemplazan al trabajo humano en la producción. El actual sistema confía en una variedad de paliativos con el fin de restaurar algún tipo de equilibrio entre los precios de los bienes de consumo y los ingresos, pero ninguno de ellos funciona automáticamente ni sin engendrar al mismo tiempo serios problemas de algún tipo u otro por sí mismos. Por contraste, el Crédito Social sostiene que el sistema financiero debería automáticamente proporcionar lo necesario para el equilibrio emitiendo un volumen suficiente de poder adquisitivo adicional, de tal forma que los precios de los bienes de consumo y los ingresos puedan ser llevados al equilibrio y ser mantenidos en equilibrio.
2) Auto-liquidable: el actual sistema financiero, de manera cada vez más creciente, no es auto-liquidable; el Crédito Social quiere hacerlo auto-liquidable.
El principal remedio empleado por el sistema existente consiste en cubrir la brecha entre los precios de los bienes de consumo y los ingresos confiando en que los gobiernos, los negocios, y/o los consumidores tomen prestado, para traerlo a la existencia, el dinero necesario para incrementar el flujo de poder adquisitivo del consumidor. Los ingresos futuros son (directa o indirectamente) hipotecados para la devolución gradual del dinero-deuda compensatorio. Éste es inflacionario pues los ingresos erosionados conducirán a reivindicaciones por motivo de aumentos en el coste de la vida, las cuales a su vez conducirán a una espiral de salarios y precios. Más aún, puesto que este paliativo solamente puede proporcionar liquidez adicional siempre que las nuevas deudas compensatorias se estén contrayendo a un ritmo más rápido al que las viejas deudas compensatorias están siendo reembolsadas, el hecho de confiar en los préstamos para cubrir la brecha deriva en la acumulación continua de una montaña de deuda social imposible de devolver, y esto hace al sistema financiero en su conjunto insolvente, y de manera cada vez más creciente. Las recurrentes crisis que amenazan con el colapso de la economía entera constituyen la inevitable disyuntiva. Por contraste, el Crédito Social, al insistir en que el flujo automático de poder adquisitivo adicional sea emitido libre de deuda, permite que esa proporción de los precios que no puede ser satisfecha mediante el flujo regular de los ingresos del consumidor sea eliminada de la existencia de una vez por todas, en lugar de estar transfiriéndolos mediante deuda como costes contra el futuro. El equilibrio del Crédito Social, pues, no solamente es un equilibrio automático, sino también un equilibrio real en donde los débitos y los créditos se igualan dinámicamente. ¿Resultado de todo esto? No hay inflación, no hay acumulación de deudas imposibles de devolver, y no hay crisis financieras recurrentes.
3) Distributivo: el actual sistema financiero confía en medidas compensatorias que no son máximamente distributivas; el Crédito Social quiere reemplazarlas por medidas compensatorias que sean máximamente distributivas.
Debido a la innecesariamente fuerte y, en realidad, irracional vinculación entre empleo e ingreso bajo el actual sistema económico (digo irracional porque la producción industrial puede suministrar todos los bienes y servicios que podamos usar con provecho sin necesidad de tener que acudir a la plena capacidad de la fuerza laboral), la mayoría de los individuos solamente pueden conseguir acceso al poder adquisitivo que proporciona el actual flujo compensatorio de dinero-deuda del sistema intercambiando su trabajo al servicio de los objetivos de alguien y bajo las condiciones impuestas por este último. Para equilibrar el flujo circular bajo el actual status quo se requiere, pues, la transferencia del ingreso, del privilegio y del control sobre la política desde el individuo común a una oligarquía económica. En pocas palabras, se requiere “la desproporcionada centralización del poder económico”. Por contraste, el Crédito Social insiste en que el flujo compensatorio de poder adquisitivo libre de deuda que propone como alternativa ha de ser distribuido directamente (a través del Dividendo Nacional) o indirectamente (a través del Descuento Nacional) a cada ciudadano individual, con independencia de si está formalmente con empleo o no. Esto derivará en la máxima descentralización del poder económico que simultáneamente sea compatible con una economía en funcionamiento. También ayudará a eliminar el despilfarro económico o sabotaje en sus varias formas haciendo financieramente factible y deseable para la economía el que ésta funcione lo más eficientemente posible en lo que a unidades de energía-tiempo humanas se refiere. El pleno empleo considerado como objetivo fijo, junto con la tremenda mala dirección de los recursos económicos con la cual está estrechamente relacionado, pueden ser ambos desechados. Los beneficios sociales y medioambientales de una innovación tal en la vida económica no pueden ser subestimados.
El núcleo de la exigencia del Crédito Social de cara al sistema financiero y, de ahí, de cara a las autoridades políticas puede, pues, resumirse en una triple exigencia: el tipo de reforma monetaria que necesitamos es aquél que asegure que el sistema financiero estará a) inherentemente equilibrado, b) será auto-liquidable, y c) será máximamente distributivo. Nada más hará, puesto que nada más proporcionará un sistema financiero que opere al servicio pleno del hombre común y no, en cierta medida, contra él.