Hace algún tiempo, tuve la siguiente conversación con un agente de préstamos de un gran banco canadiense:
Wally: Cuando usted emite estos préstamos a los prestatarios, usted crea dinero de la nada, ¿no es así?
Banquero: (con ligera duda) Sí, eso es cierto.
Wally: Ustedes no toman realmente dinero de la cuenta de ningún otro.
Banquero: No, no lo hacemos.
Wally: Y usted dice que es dueño del crédito que emite, ¿correcto?
Banquero: Sí, eso es correcto.
Wally: Usted debe decir eso ya que usted quiere que se le devuelva.
Banquero: Sí.
Wally: Y usted quiere que se le pague un interés sobre el principal pendiente, lo cual constituye otro título de propiedad. ¿Correcto?
Banquero: Sí, eso es correcto.
Wally: Y más aún, si nosotros…
Banquero: (anticipando mis siguientes palabras) Sí, si usted incumpliera con su préstamo, ejecutaríamos la hipoteca impuesta sobre sus activos.
Wally: ¿Vosotros creasteis esos activos?
Banquero: (perceptivamente molesto) No, no los creamos.
Wally: ¿Devuelven ustedes estos activos, cuya hipoteca ha sido ejecutada, a la Comunidad?
Banquero: (visiblemente molesto y dudando al haberse encontrado con un desenlace inquietante) No, no los devolvemos.
En un encuentro posterior esta misma persona me preguntó con evidente preocupación: “¿Qué podemos hacer al respecto?”